jueves, 19 de agosto de 2010

La amistad.

Puedes soportar y experimentarlo todo siempre que junto a ti esté un amigo, aunque éste no pueda hacer más que darte aliento o tenderte una mano. En la vida un amigo es como el pan y el vino: una bendición. En las dificultades de la vida, un amigo es el consuelo más grande. Créeme: la respuesta competente de un asistente social, de un siquiatra, de un funcionario, la ayuda mejor intencionada de un ente oficial, sirven bien poco para un «hombre con problemas», comparadas con el gesto amable y la palabra afectuosa de un amigo o amiga.



El domingo un hombre telefoneaba a la radio: «Estoy desesperado. No quiero vivir más. He dejado todo mi dinero en el siquiatra, cinco mil pesetas cada tres cuartos de hora; luego he pagado los medicamentos al farmacéutico, pero cuando los acabe todo volverá a ser como antes». El jueves, una mujer telefoneaba: «Dime algo. estoy a punto de hacer una locura. Tengo cuatro hijos. No me falta nada, pero no consigo seguir viviendo».

¿Por qué todo esto? ¿No había nadie capaz de ser, para estas personas, un amigo o una amiga? ¿Nadie capaz de ofrecer un poco de protección en un mundo donde todo se tambalea? Los siquiatras son atacados. Los hombres se vuelven víctimas de un ambiente psíquico podrido. Las pastillas no los curarán. La receta: aquella sencilla bondad junto a la cual los demás se encuentran bien.

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